En el quinto día, Steiner nos describe la actividad humana del sentir como centro “entre el querer y el pensar”, como actividad que afluye uniéndolos y que los entrelaza. Además, nos dice que existe el “misterio de la naturaleza humana que el educador ha de elevar totalmente a la consciencia”. Pienso que, para responder a esta pregunta, nos ayudaría imaginarnos este “misterio” como una estrella en el cielo, que brilla con su propia luz y que es aquel ideal de ser humano al que cada uno aspira. Y cada ser es llamado por esa luz a transformarse y superarse, despertando aquellos ideales morales que trae consigo.
En nosotros, los educadores, vive una fuente de fuerza muy potente si buscamos esa estrella a través de la ejercitación y la meditación, que nos acerca a esa luz, a través de nuestra voluntad. Cada esfuerzo que realicemos por superarnos, aunque sea pequeño, ejercerá un efecto de fortaleza anímica interior en nosotros y un efecto también en nuestro entorno, en particular, en nuestra relación con los alumnos.
Estar en el aula es algo muy especial y maravilloso; lo más importante es saber apreciar cada momento junto a los alumnos. Lo que me parece fascinante de ser maestra es que tenemos la posibilidad de aprender nosotros también junto a ellos. Si estamos lo suficientemente abiertos, nos sorprenderemos, de descubrir que ellos serán gran parte de nuestra fuente de inspiración para tener buenas ideas y llevarlas a nuestra práctica pedagógica. Y si somos bien observadores, a través del vínculo con nuestros alumnos, lograremos que aparezca ese momento “sagrado” de encuentro genuino, de sustancia para el alma.
Al comenzar el año, algo que me preguntaba siempre es: ¿de dónde saldrían mis fuerzas para realizar tan colosal tarea, con tantos niños? Y al finalizar cada año, me daba cuenta de que cuanto más me comprometía con la tarea junto a los ellos desde el entusiasmo, la sorpresa, la confianza, el empeño por dar lo mejor cada día, crecían mis fuerzas y mi energía. Creo que debemos conectarnos con ese potencial que vive en nosotros mismos y pensar en dar lo mejor de nosotros, nuestro mayor esfuerzo por pequeño que sea, enfrenando con humildad nuestros impedimentos para superarnos día a día. Eso es lo importante.
Dependerá mucho de nosotros, mantener viva esa fuerza del sentimiento: de nuestro trabajo pedagógico y de nuestra profundización en la búsqueda por respondernos, al estar frente a cada uno de nuestros alumnos, las siguientes preguntas: “¿quién eres?, ¿de dónde vienes? y ¿hacia dónde te diriges?”.
En relación a los niños, el lema del comienzo de la mañana y el de cada niño en particular, guarda un potencial, un ideal moral al que cada ser aspira y quiere alcanzar. La estructura del verso, la rima y el ritmo, el resonar de las vocales y consonantes; todos estos aspectos van calando hondo en el sentimiento, brindando confianza y guiando en forma de imagen el desafío que debe sortear cada individuo.
En la escuela donde soy maestra y en mi experiencia de 8 años con la misma clase, en primer grado recibí un grupo de 40 niños con sus diferencias particulares. Una de las cosas que más me llamó la atención de la mayoría, era su gran vitalidad y necesidad de movimiento. En otros, una dificultad de expresión oral fluida y clara. Algo era muy claro: que yo debía ir armonizando y equilibrando las fuerzas del grupo tan dispares, para poder llegar a cada uno de ellos en lo que cada uno necesitara.
Teniendo ya la imagen del grupo completo, es que decidí de trabajar los lemas desde la observación de cada uno de los niños y, a través de la palabra, intentar transformar ciertos dificultades anímicas, del lenguaje, posturales, según las sugerencias dadas por Steiner. Una de ellas fue la creación de lemas individuales que tuviesen como foco, aquello que debía ser superado en cada uno, ofreciéndole al niño las herramientas que nos brinda “la palabra” como puente para sortear ciertos desafíos e impedimentos.
O por ejemplo, para el verso individual (el cual dice cada alumno el día de la semana en la que nació), encontré que lo mejor era que cada uno se parase frente a sus compañeros y yo detrás, en el fondo del aula. Así, con gestos armoniosos y como una directora de orquesta, guiaba las entonaciones, pausas, respiraciones y para corregir así, lo que era necesario. También, he trabajado individualmente los lemas con alumnos fuera del aula, de diferentes maneras: caminando las sílabas, cuidando la entonación, aplicando gestos que acompañen la respiración y sonidos. Este proceder me permitió darle el espacio que necesitaba al niño cuando requería de más tiempo para profundizar ciertos aspectos. He observado grandes avances en muchos de ellos.
Algo muy hermoso es que todos los niños del grado conocían el verso de sus compañeros y los días que faltaba alguno de ellos, alguien lo recitaba en voz alta para él. O para la fiesta de la luz, en el que hay un espiral por el que caminan con su vela apagada hasta llegar al centro iluminado donde deben prenderla, durante el recorrido, había un niño que recitaba el lema de su compañero para acompañarlo.
También, cada año les mencionaba a mis alumnos la importancia de decir claramente el lema del comienzo de la mañana, recordándoles que el mismo es pronunciado por cada niño en cada escuela Waldorf, todos los días en diferentes horas alrededor del mundo y crear una gran imagen de su valor y su potencia.
Creo que todos estos ejemplos, son imágenes que brindan una fortaleza anímica sustancial y que resuenan, sobre todo, en los momentos más críticos de la vida. Cuando esto sucede, allí están, como las estrellas del cielo, como guías para iluminarnos.
El abordaje artístico de los contenidos de las clases, como la pintura, la euritmia, la música y otras materias artísticas, ayuda a complementar la vivencia desde la actividad del sentir como centro, la creatividad plena de vida.
Desde primer grado, cada año han sido una alegría los proyectos artísticos: las representaciones de alguna historia (muchas veces relacionadas al contenido de la época). En nuestra escuela, las obras artísticas cumplen un papel de suma importancia a lo largo de la primaria. Es así que, las obras de teatro, intentamos siempre entrelazarlas junto con las demás áreas para estar vinculadas a un proyecto más largo e integral.
En mi caso personal, involucré a los padres, niños y maestros en ese camino. Abordamos el contenido de las imágenes junto con padres y alumnos para que, inclusive siendo espectadores, sean partícipes del proceso recorrido. Trabajamos mucho previamente: la estructura de la obra en clase, el trabajo de imaginarnos las escenas y los personajes, imaginarnos los lugares, el entorno y su ambiente con los colores y texturas. Habiendo elaborado de esta manera la obra realizamos, junto con la colaboración de los padres y los alumnos, la escenografía, los folletos, los afiches y los trajes.
Además, invitamos a los niños a realizar otras tareas. Nos organizamos con otros profesores para incluir alguna pieza de euritmia y mejorar los gestos y su movimiento en escena. El arte de la palabra, que ayuda a la expresión artística del texto con sus entonaciones y declinaciones. Y por último, la música, que viste de color la obra y le da el carácter, dependiendo de la época.
Este largo y rico proceso es una vivencia del alma de un valor enorme. Los alumnos “viven” la historia, están dentro de ella, de su época, dentro de la cultura de su ambiente. Y en mi experiencia, pude observar mejorías y cambios muy profundos en el grupo en general y en niños en particular. Procesos pedagógico-terapéuticos. Algo se plasma y “madura”.
La narrativa diaria nos invita a recordar el misterio de nuestro origen divino, a través de las imágenes de las historias para cada etapa. Ellas impregnan de contenido moral el alma y apelan al recuerdo de que lo sagrado vive dentro nuestro, como elemento de equilibrio entre el pensar y la voluntad. De esta manera, se impregnan de sentido y de calor, los sentimientos de nuestros alumnos.
Y, por supuesto, mucho dependerá del vínculo de cariño y afecto que logremos crear con nuestros alumnos. Ese lazo de unión es el que tejerá el entramado para una relación estable y de confianza. Así como “faros”, nos tendremos que comprometer a sostener, a orientar su rumbo e iluminar el camino desde nuestra presencia plena de calor anímico.
Algo que es de gran ayuda para la vida del grado en relación a esto, es hacer viajes y campamentos junto a ellos. Algo muy significativo que posee nuestra escuela es un campo en las afueras de Buenos Aires llamado La Escondida. Esto les permite a los alumnos, crear un vínculo con el campo desde primer grado, realizar actividades, campamentos y trabajos de agricultura y lo más importante, comenzar a forjar una unión sólida entre ellos y nosotros, los maestros, a partir de la convivencia durante todos estos años.
Marisa Nardini nació en Argentina, en Buenos Aires. Es una ex-alumna, madre y maestra de la escuela San Miguel Arcángel. Actualmente está tomando un año sabático después de completar un ciclo de 8 años como maestra de clase con 40 estudiantes. También asiste actualmente a la formación de futuros docentes en seminarios y formaciones Waldorf.
La escuela San Miguel Arcángel es la segunda iniciativa Waldorf fundada en Buenos Aires, Argentina, hace 52 años. Asisten actualmente alrededor de 130 familias (490 alumnos). Las familias que asisten a nuestra escuela buscan una educación para sus hijos, diferente y más humana, de la que ellos recibieron como alumnos. El espíritu de nuestra escuela aspira al trabajo en conjunto con padres y madres de nuestra comunidad, que son parte de comisiones de trabajo, comprometidas con la labor en diferentes áreas: comunicación, social económica, cultural, pedagógica, etc. Desde los comienzos de esta iniciativa escolar, vivió fuertemente en el corazón de todos los maestros, a partir del anhelo de las maestras fundadoras, el impulso de relacionar la pedagogía Waldorf con la agricultura biodinámica. Es así entonces, que posee un campo (gracias a una donación) con vacas, árboles frutales, huerta y un albergue para realizar campamentos y ofrecer la posibilidad a los jóvenes y niños a relacionarse con la naturaleza.
* “El primer curso para maestros” incluye las conferencias de Rudolf Steiner sobre “Los fundamentos de la educación“, “Metodología y Didáctica” y “Coloquios pedagógicos”. Las preguntas centrales surgieron durante la conferencia del aniversario de “El primer curso para maestros”, 2019 en el Goetheanum. Muchas gracias por la ayuda preparatoria de Claus-Peter Röh, representante de la Sección Pedagógica. La entrevista fue realizada por Katharina Stemann.