La mayor parte de la enseñanza de la biología actual se basa en un enfoque reduccionista-analítico de las ciencias de la vida. Una vez descompuesto el organismo en sus entidades más pequeñas, se considera que está determinado y limitado a la vez por los principios de la química y la física. Aunque este enfoque ha demostrado su eficacia a ciertos niveles de la existencia, conduce a una visión de la naturaleza como «nada más que» materia en movimiento y, por tanto, un mero recurso que explotar (destrucción de bosques, agricultura industrial, etc.). El ser humano se convierte en «nada más que» un conjunto de neuronas (Crick), el corazón en «nada más que» una bomba de presión-propulsión, etcétera.
Tomada en serio, una perspectiva así puede llevar a los alumnos a la pregunta obvia: ¿qué sentido tiene la vida – tiene algún significado real – si la realidad es sólo materia en movimiento? Pero, como aprenden los alumnos Waldorf, la ciencia moderna es mucho más que reduccionismo. El concepto de «emergencia», por ejemplo, revela que las características de la vida no pueden deducirse de la materia sin vida, que la aparición de nuevas características en cada nivel superior de complejidad no puede predecirse a partir del nivel anterior. En resumen: el todo complejo no puede remontarse a las partes que lo componen. Una vez que se despierta a esta perspectiva, la enseñanza de las ciencias de la vida en las escuelas secundarias Waldorf se convierte en una apasionante aventura de descubrimiento en los ámbitos de la fisiología humana, la ecología, la embriología, la genética, etc. que trasciende el punto de vista reduccionista unilateral y conduce a una comprensión dinámica y llena de sentido de la naturaleza y del ser humano.
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