Durante mi viaje en curso con Waldorf, llevé a cabo un proyecto con niños de la calle en Egipto, con un enfoque orientado hacia la pedagogía Waldorf. Los niños de la calle son almas libres que todavía no están formadas por la sociedad y que luchan por alguien y por algún método educativo que responda a sus necesidades. Si bien estas necesidades, que no son influenciadas ni estructuradas intelectualmente, brindan el máximo provecho en sus cuerpos físicos, dichas necesidades no son capaces de concentrarse para ninguna información intelectual.
Trabajé junto a ellos con tres objetivos principales: primero, para enriquecer la conexión del cuerpo físico, que requería una mejor atención médica y un aula bella, limpia y organizada; segundo, para enriquecer el cuerpo etérico, introduciendo un ritmo diario; tercero, para aumentar la curiosidad y la conexión con la naturaleza, lo cual se llevó a cabo a través del contenido de la clase principal y visitas a la granja.
Centrándonos en establecer un ritmo diario, comenzábamos después del desayuno, formando una ronda matinal al aire libre, donde, a través de nuestros cuerpos, despertábamos la coordinación de nuestros sentidos y extremidades. Nos quedábamos al aire libre y cantábamos una canción juntos, antes de sentarnos en un círculo para escuchar una historia con un final abierto, la cual necesitaba ser resuelta por un juego que jugábamos juntos. Después de un breve descanso, comenzábamos nuestra clase principal, seguida de una actividad artística, como por ejemplo, pintura, relacionada con lo que habíamos aprendido.
Como se puede ver, la secuencia con la que siempre comenzamos es, partiendo de la vivencia de la esfera de los sentimientos del niño, como en una historia de ensueño, que termina con un problema que nos impulsa a mover nuestros cuerpos y a resolverlo. Por medio de un juego que tiene como elementos, el uso de nuestros cuerpos para inspirar nuestro pensamiento. Esto funciona maravillosamente bien, como si fuese una chispa que fluye del cuerpo hacia la cabeza.
Me sorprendió ver a uno de los niños, el cual era extremadamente incapaz de concentrarse o de comprender lo que le decían, incapaz de quedarse quieto en la ronda sin golpear a los niños y de atrapar la pelota lanzándola lenta y directamente hacia él. Me sorprendió verlo jugar el juego e intentando encontrar una solución. Pude ver que su cabeza estaba trabajando, tratando de encontrar una solución, luego de haber intentado con su cuerpo. Pude observarlo, después de la clase principal, vivenciando la relación con su hoja de pintura y con los colores, tranquilo y concentrado.
A partir de esta breve experiencia, pude ver muy claramente cómo la energía de los pensamientos fluye naturalmente sin problemas dentro del niño, desde la esfera de los sentimientos hasta el cuerpo y las extremidades; lo que provoca el despertar de la cabeza y el pensamiento.
Traducido por Marisa Nardini
Mohamed Elmawazini, nació el 27 de febrero de 1984 en Egipto y vive en Alemania desde hace cinco años. Trabaja como ingeniero desde hace catorce años y completó un programa de maestría para la educación Waldorf en 2017. Desde entonces, ha estado conectado con la sociedad Waldorf e indagando sobre la antroposofía. Está trabajando en la escuela Hebat-al-Nil en Luxor, Egipto, en la traducción al árabe de las conferencias de Steiner sobre educación y facilitando coloquios, junto a los maestros, sobre Antroposofía.
* “El primer curso para maestros” incluye las conferencias de Rudolf Steiner sobre “Los fundamentos de la educación“, “Metodología y Didáctica” y “Coloquios pedagógicos”. Las preguntas centrales surgieron durante la conferencia del aniversario de “El primer curso para maestros”, 2019 en el Goetheanum. Muchas gracias por la ayuda preparatoria de Claus-Peter Röh, representante de la Sección Pedagógica. La entrevista fue realizada por Katharina Stemann.