Hoy en día es difícil escribir sobre algo que Rudolf Steiner habló en el octavo día del curso de maestros en 1919, sin tener en cuenta el dramático momento que atraviesa la humanidad, 100 años después, en 2020. Estamos atravesando una grave pandemia, ante la que los estudiosos de la salud han indicado que ésta es la medida más eficaz para evitar sobrecargar los sistemas de salud y salvar vidas, a saber, el confinamiento de las familias y la consiguiente suspensión de las clases en todas las escuelas.
Aquí en Brasil, durante años los legisladores han estado discutiendo la aplicación de la educación a distancia como una posibilidad e incluso una solución para hacer frente a las diversas dificultades que tenemos en nuestro país, como la calificación profesional, el acceso físico de los niños y jóvenes a la escuela, entre otros aspectos. Apoyados por los empresarios de las plataformas y sistemas educativos, hemos tenido un acalorado debate entre los profesores, que día a día están enseñando y trabajando en las aulas.
Esta semana, las clases se suspendieron repentinamente debido a la prevención del contagio del virus COVID 19 y nuestro colegiado se enfrentó al siguiente dilema: ¿Continuaremos ofreciendo contenidos a distancia a través de hojas de ejercicios o fotos de éstas a los estudiantes? ¿Podemos organizar clases virtuales usando teléfonos móviles y computadoras? ¿Incluye la Pedagogía Waldorf el aprendizaje a distancia mediado por la tecnología?
En la mañana del 29 de agosto de 1919, Rudolf Steiner habló a su audiencia sobre la manifestación del ser humano en el pensar, sentir y la voluntad y cómo el maestro debe preparar la enseñanza para abarcar o mover cada uno de estos ámbitos. En el caso de la memoria, debe cultivarse a través de los ámbitos del sentir y la voluntad para que en el futuro pueda ser evocada por el estudiante en el momento adecuado. Los ámbitos mencionados constituyen una unidad y corresponde al profesor dar forma a la enseñanza preocupándose de cómo será recibida o aceptada por cada uno de estos aspectos, así como por el alma entera.
En esta misma conferencia se planteó a los futuros maestros que la interacción del ser humano con su entorno se produce a través no de cinco, sino de doce sentidos. Es curioso observar que Steiner no profundiza al explicar cada uno de ellos. Sólo menciona algunos, pero entra en algunos detalles. El sentido más elevado de los seres humanos y, según él, el menos comprendido es el sentido del yo propio. Hay una diferencia entre la percepción del yo propio y del yo ajeno. Este último requiere un movimiento de antipatía, o más cognitivo, y el primero, de simpatía y acción volitiva.
El sentido del pensamiento consiste en la percepción de los pensamientos de otras personas (y no del pensamiento en sí). Le siguen los sentidos del lenguaje ajeno, el auditivo, el visual, el olfativo, el gustativo, siendo estos últimos bien conocidos por todos. El ser humano también tiene el sentido del calor, que como dice Steiner, difiere del sentido del tacto. Por último, tenemos el sentido vital, de movimiento y de equilibrio.
Los sentidos deben ser introducidos intencionalmente en el aula y utilizados por el profesor para estructurar el mundo y las cosas a través de estas doce ventanas, que el estudiante debe ser capaz de recomponer nuevamente. Es parte de la Educación Waldorf proporcionar esta formación y una enseñanza que hace surgir situaciones en las que el juicio debe actuar para reunir todos los aspectos de los fenómenos presentados y traídos por el maestro. La capacidad de juicio que Rudolf Steiner presenta en este contexto, es inherente al ser humano y debe ser desarrollada conscientemente en la pedagogía.
Aquí viene una pregunta más para nuestro colegiado: ¿Podríamos estimular los sentidos de los estudiantes estando a distancia? ¿Podríamos llevarlos a la formación de un juicio a través de clases virtuales?
En las siguientes discusiones pedagógicas, Steiner trae a los oyentes algo que aún veo a menudo dejado de lado. En su opinión, el maestro debe mantener el lado infantil durante toda la vida. A través de la madurez adquirida por la conciencia adulta, debe ser capaz de encantarse con la vida, con lo desconocido, con los contenidos trabajados y con las clases preparadas. El maestro debe encantarse como cuando un niño ve algo nuevo, se sorprende y conmueve; permitirse no ser el poseedor de todo el conocimiento, sino estar abierto, como los niños sanos, a lo desconocido e inesperado. Finalmente, llevar consigo al aula este encantarse, para inspirar y educar a los niños y jóvenes en esta dirección, a través de su propia autoridad amorosa y como un modelo a seguir.
El alma y el espíritu del maestro debe tener la capacidad de volver a la infancia y transmitirla a los niños y jóvenes.
Tuve experiencias muy positivas con mis alumnos, hoy de 5º año, al recordar y compartir con ellos momentos importantes de mi propia infancia. Siempre que se presenta la oportunidad, trato de no dejarla pasar. La conversación que mantengo no se limita a los hechos y eventos, sino que siempre trato de transmitirles los pensamientos y especialmente los sentimientos que me atravesaron en ese momento, tal como suceden también en ese instante. Se sienten respetados y al mismo tiempo percibidos en su desarrollo.
Las situaciones que plantean la necesidad de detenerse y hablar con los estudiantes rara vez se refieren a los contenidos trabajados. La mayoría de las veces se desencadenan por dificultades y tensiones surgidas durante los juegos, con los amigos y en la relación entre chicos y chicas.
En mi clase y al hablar con mis colegas, me doy cuenta de que apoyar a los alumnos en el aprendizaje de las relaciones es un campo de acción exigente y desafiante para los profesores. Es urgente prestar atención a esto e investigar lo que Rudolf Steiner aportó como contribución a la educación de lo social. Las tensiones y desafíos que surgen diariamente y que son tratados por los profesores, principalmente en la educación temprana y básica, son una realidad y una parte importante de nuestro trabajo. Necesitamos desarrollar la presencia del espíritu, la ecuanimidad y la serenidad para manejar las situaciones más inesperadas y a menudo chocantes.
Tratando ahora de volver a las cuestiones elaboradas por nuestro colegiado y de pensar en los desafíos que nos traerán las próximas semanas y meses debido al confinamiento y suspensión de las clases, la brecha es enorme entre lo que pretendemos hacer como profesores Waldorf y las limitadas posibilidades que nos ofrece la educación a distancia.
Las indicaciones traídas en el octavo día de la conferencia ya son suficientemente desafiantes en condiciones de enseñanza regular, con clases en las que cada palabra y gesto que el maestro habla o hace, produce instantáneamente sonrisas, miradas, movimientos y expresiones de sus alumnos. El profesor crea un ambiente especial en la sala y puede, en cada frase y actividad propuesta, redirigir su actuación, intentando llegar a los ámbitos del alma del niño, el pensamiento, el sentimiento y la voluntad.
En cuanto a los doce sentidos, podemos preparar una infinidad de indicaciones e instrucciones que, hechas a distancia por el profesor, provocan una situación, presentan algún fenómeno o contenido que estimula uno o varios sentidos. Podríamos esperar cierta precisión y autonomía en el cumplimiento de las instrucciones por parte de los estudiantes de secundaria y tal vez por los estudiantes de los años avanzados de la escuela primaria.
Sin embargo, para las clases más jóvenes dependeríamos de los padres o tutores. Estos, posiblemente ocupados con sus propias tareas ejercidas a distancia en este período o académicamente no preparados y sin saber todo lo que queremos trabajar en los estudiantes, en el sentido de lo que Rudolf Steiner propuso y que sólo una pequeña parte está siendo traída a colación en este texto.
En la conferencia mencionada, Steiner hizo hincapié en que el profesor no debe ser un portador de conocimientos y por lo tanto con la voluntad de preparar algo para la comprensión del niño. Debería ocurrir lo contrario: el profesor debería encantarse con el niño cuando enseña física, matemáticas, etc.
Es muy difícil imaginar que una clase impartida a través de una pantalla o que un contenido que ha sido escrito y preparado, no importa cuán cuidadosamente, y que se envía a los estudiantes, pueda lograr estas indicaciones y sutilezas. Precisiones que son exclusivas de la pedagogía Waldorf y que Steiner ha reforzado repetidamente como centrales en la enseñanza. El arte de educar consiste en la presencia del maestro en la relación y la enseñanza de sus alumnos, en el sentido más amplio que la palabra presencia puede tener.
La crisis de salud que estamos experimentando está poniendo a prueba todos estos valores. Tenemos muchos recursos tecnológicos a nuestra disposición y la mayoría de las escuelas tradicionales, y también Waldorf, están haciendo uso de ellos para cumplir con nuestros compromisos legales y el contenido del programa previsto para el año. Tal vez ese sea el camino a seguir en este momento de emergencia. Clases y actividades preparadas con dedicación para que los alumnos creen una rutina de estudio y permanezcan conectados con la escuela, los amigos y los maestros. En cualquier caso, debemos tener muy claro que estas clases a distancia, en las condiciones aquí expuestas, sólo pueden lograr una mínima parte de lo que es nuestra misión como educadores. La crisis que estamos atravesando es parte de la crisis de toda la humanidad. Sólo la presencia del profesor con sus alumnos puede a largo plazo construir una base para que la humanidad crezca y se desarrolle como un organismo social.
¡Recordemos que la necesidad de formar seres humanos capaces de crear un organismo social sano fue el impulso que llevó a Rudolf Steiner a fundar la primera escuela Waldorf, unos días después de la charla aquí mencionada!
Traducido por Martina Ivankovic
André Volich es profesor de 5º grado en la Escuela Viver Waldorf de Bauru - Brasil. Tiene 31 años, es licenciado en Geografía y tiene tres hijos. Comenzó su camino en la educación Waldorf en el jardín de infancia de la Escuela Pérceval, en Chatou - Francia, donde nació y luego asistió a la Escuela Waldorf en São Paulo - Brasil. Hoy en día, como profesor, tiene el privilegio de experimentar el otro lado de la enseñanza mientras aprende junto con los estudiantes, los profesores y los padres.
* El "Primer Curso de Maestros" incluye las conferencias de Rudolf Steiner sobre "El Estudio del Hombre”, " Metodología-Didáctica " y "Coloquios Pedagógicos". Las preguntas centrales surgieron durante el congreso del aniversario de "El Primer Curso de Maestros" 2019 en el Goetheanum. Un agradecimiento por su cooperación a Claus-Peter Röh, Director de la Sección Pedagógica. La entrevista fue realizada por Katharina Stemann.