Una transformación etérico-astral en la pubertad
Todos los profesores están familiarizados con la presentación física de un joven en la pubertad: el cuerpo gana peso a medida que «va cayendo» en una persona joven, típicamente visible en la forma de andar y en su postura, pero también en el caos del alma que muchas veces se manifiesta a través de comportamientos aparentemente incomprensibles y contradictorios.
Permítanme que añada una imagen de Rudolf Steiner que aclara lo que ocurre en esta etapa en el cuerpo-alma de un joven. En su conferencia del 25 de mayo de 1922 sobre «La vida espiritual humana y el afán espiritual con respecto a la evolución del mundo y la Tierra», Steiner describe como, antes de nacer, el ser humano une su propio cuerpo etérico al conjunto del cosmos éterico. El cuerpo etérico contiene una copia de todo el cosmos, en particular del mundo animal, del sol y la luna. Este cuerpo etérico nace durante los primeros años de la vida del niño. Este desarrollo del alma se asemeja al desarrollo físico en lo que el cuerpo etérico heredado se refiere. A lo largo de este proceso, la configuración del cuerpo etérico se transforma de tal forma que, entre otras cosas, se produce una cierta concentración de fuerzas etéricas formativas en la región del corazón. Steiner describe este proceso como la formación de un nuevo corazón etérico que sustituye el anterior. Desde el punto de vista espacial, hay que ubicar este corazón etérico en el lugar del corazón físico. Este proceso culmina y concluye a la vez en la pubertad. A partir de ese momento, el o la joven lleva consigo una copia de todo el cosmos en la región del corazón.
Steiner también presenta una imagen de la transformación de la astralidad. El cuerpo astral también se encarna de nuevo tras las etapas prenatales. En un primer momento, el cuerpo astral es una copia de las experiencias de la persona entre la muerte y el renacimiento. Todos los secretos de una individualidad particular son visibles en una estructura altamente diferenciada del cuerpo astral. Según Steiner, empezando por el ego o la autoconciencia, en el segundo o tercer año, las estructuras astrales altamente diferenciadas se sumergen en los órganos físicos y afectan en particular a los órganos por encima del diafragma, en concreto al cerebro. Este proceso adquiere una dinámica particular que también concluye en la pubertad. Antes de la pubertad, las estructuras astrales se hacen cada vez más indiferenciadas y el cuerpo astral se reduce a una nebulosa. Las formas astrales disueltas se forman de nuevo en la pubertad.
Los profesores, en este punto, se enfrentan a una pregunta acuciante sobre el proceso responsable de esta reconformación. De nuevo, emergen los procesos de desarrollo que tienen un significado comparable a los de la primera infancia. El desarrollo infantil, sin embargo, es sobretodo responsabilidad de los padres. La responsabilidad del desarrollo pubescente o pre-pubescente también debe asumirla el profesor. Según Steiner, las nuevas formaciones astrales son el resultado de todos los movimientos realizados por los brazos y piernas que crecen de los jóvenes: «Todas las acciones de una persona que están destinadas a expresarse en el mundo exterior se inscriben ahora en este cuerpo astral» (ibid.). Todos los actos del joven, por supuesto también los actos fuera del horario escolar, son importantes para el posterior desarrollo del alma. No son ni las ideas pasajeras, ni las fantasías, ni las emociones las que provocan la reconfiguración del cuerpo astral sino lo que los jóvenes logran en el mundo.
Steiner explica además que en la pubertad el cuerpo astral también experimenta una nueva concentración en la región del corazón. Lo etérico y lo astral se reúnen en la zona del corazón, un encuentro más intenso que en cualquier otro ámbito de la dimensión física del ser humano. Todas las nuevas formaciones del cuerpo astral son transmitidas al etérico para que sean absorbidas. Desde la pubertad, con un rodeo por lo astral, «toda actividad human está conectada con el corazón etérico, el órgano que se formó a partir de las imágenes de las estrellas, del cosmos.» Estos procesos muestran la comprensión de la descripción de Steiner del proceso de creación del destino futuro: todos los actos humanos se inscriben, por medio del cuerpo astral, en la copia del cosmos que se halla en el corazón etérico. «Aquí el cosmos conecta con su propio acontecer y con el karma humano.» Así pues, Steiner deja claro que el proceso de la creación futura del karma no empieza hasta la pubertad. Un ser humano renuncia a todos sus actos por una copia del cosmos en su región del corazón, y en una vida después de la muerte, nacida en el corazón, se expande hacia el éter cósmico, y crea los cimientos de una vida futura.
Evidentemente, el yo del joven, en la pubertad aun está más conectado con el cuerpo astral y participa en los acontecimientos del alma descritos anteriormente. Según Steiner, el ego vive en una conexión de simpatía con las imágenes de lo astral. Las intenciones y las ideas que subyacen nuestras acciones también se inscriben en lo etérico, en una imagen del cosmos que apunta hacia la dimensión moral o ética de nuestras acciones.
Descubrimientos revolucionaros en fisiología cerebral
En los últimos 25 años se ha avanzado mucho en el campo de la fisiología cerebral, especialmente en lo que ser refiere a la arquitectura y la función del cerebro. En concreto, la década de 1990 al año 2000 bien podría llamarse la Década del Cerebro. El impresionante aumento de conocimiento se debe a las nuevas tecnologías que hacen posible, sin cirugía, obtener una imagen de los procesos en los recovecos interiores de un cerebro activo. Los investigadores hacen especial hincapié en el periodo embrionario tardío y en la niñez temprana hasta aproximadamente el tercer año de vida.
Se ha demostrado que los responsables de la habilidad del cerebro a la adaptación son dos procesos simples y efectivos: la sobreproducción y la destrucción de conexiones neuronales. Al nacer, el cerebro solo está formado parcialmente. Durante los primeros dieciocho meses del desarrollo del niño observamos un marcado aumento de materia gris. Buena parte de este crecimiento es el resultado de la creación de una especie de red explosiva entre neuronas individuales hasta alcanzar las 30.000 conexiones por neurona. Esta sobreproducción va seguida inmediatamente por el borrado de una parte considerable de estas conexiones, de las que solo sobrevive un tercio. El proceso que guía esta destrucción de conexiones en su mayor parte se puede rastrear hasta llegar a los impulsos de los órganos sensoriales, que incluyen los doce sentidos descritos por Steiner así que no hay que olvidar el trabajo notablemente formativo de los sentidos menores (tacto, sentido de la vida, del movimiento, del equilibrio) que están sumamente involucrados en los movimientos de los brazos y las piernas de los primeros años. El cerebro responde reforzando las conexiones que se estimulan con frecuencia y extinguiendo las que se usan menos o nada. La ley formativa es «utilízalo o piérdalo.»
Desde principios de este siglo, hemos adquirido nueva información revolucionaria mediante el uso de la imagen de resonancia magnética (MRI, sigla en inglés). El uso de la MRI no causa ningún daño conocido al cerebro, a diferencia de la tecnología anterior, así que se puede usar en individuos sanos. Actualmente se han llevado a cabo investigaciones en sujetos de todas las edades para obtener patronos de la actividad cerebral relacionada con una gran variedad de acciones. Así, un equipo de investigación que trabaja con Jay Giedd del National Institute of Health de Bethesda, (Maryland, EEUU) estableció un proceso similar al de niñez que empieza de nuevo en la pre-pubertad y que conlleva una segunda oleada de sobreproducción. Le sigue más destrucción de conexiones neuronales durante la pubertad. El hallazgo más sorprendente fue que se observó que se volvía a producir materia gris, posibilidad que los investigadores habían descartado en el pasado. Una diferencia considerable con respecto al desarrollo en la niñez temprana reside en que no es todo el cerebro el que está implicado en el proceso, ya que ahora afecta en especial a los lóbulos del córtex pre-frontal. El proceso empieza a los once años en las niñas y a los doce en los niños.
Las funciones cognitivas superiores encuentran sus bases físicas en estas áreas del cerebro. Los fisiólogos del cerebro incluyen en estas funciones el autocontrol, la capacidad de juicio, de organización y coordinación de procesos intelectuales, la comprensión sintética y el comportamiento socialmente adecuado. Desde el punto de vista de una antropología antroposófica, lo que aquí se describe es la calidad del ego puesto que interviene creativamente en la consciencia de los procesos del alma.
Los padres, los otros adultos y el entorno en general tienen una responsabilidad primaria para con el desarrollo saludable del niño. En la etapa de la pubertad, el propio joven o la propia joven se convierte en responsable al menos parcialmente de su reconfiguración de las partes frontales del cerebro, es decir, de la fundación física de la actividad de su yo. Pero, ¿qué fuerza estimula esta reconfiguración? La investigación cerebral tiene una respuesta: ¡todo lo que un joven hace! Ya sea para hacer deporte, música, matemáticas, perder el tiempo delante de la tele o con videojuegos o tumbarse al sofá, el cerebro se adapta a la tarea. El cerebro no distingue entre tareas que tienen significado y tareas que no. Al cerebro no le importa si se ha desarrollado una habilidad bien afilada que sirve para jugar con destreza a los videojuegos o para realizar una actividad artística en particular o por lo menos no lo demuestra en la correspondiente formación cerebral: ¡el cerebro simplemente optimiza! He aquí el poder explosivo de la pubertad. Desde este punto de vista, la pubertad no es, ante todo, una época de rebeldía juvenil, sino que representa una fase formativa para el anclaje físico de facultades cognitivas superiores.
La investigación cerebral también arroja nueva luz sobre dos sentimientos ampliamente observables en los jóvenes: un sentimiento de impotencia y el de omnipotencia. La reconfiguración explosiva de las conexiones nerviosas lleva en primera instancia a una situación en la que los jóvenes no pueden recurrir a los comportamientos aprendidos. Por eso, el cerebro apela a diferentes regiones en un intento de formarse una opinión: apela en particular a aquellas regiones que se utilizan para tomar decisiones rápidas, cargadas de emoción, «viscerales». No empezará a usar de nuevo los comportamientos aprendidos hasta que la reconfiguración del córtex frontal esté a punto de completarse. La otra cara de este nuevo desarrollo del cerebro frontal es la sensación de que todo es posible, que todo se puede conseguir. Estas emociones, de todos los adultos conocidas, y entre las que los jóvenes vacilan, producen los habituales cambios de humor relámpago.
No deberíamos obviar otra parte del cerebro: el cerebelo. Este órgano está sujeto a poca influencia genética pero depende en gran medida del entorno. Sufre cambios significativos durante la pubertad. En concreto, es el responsable de la coordinación muscular y de la coordinación de los procesos cognitivos. Si bien no es esencial para estos procesos, los suaviza. Cuanto más complejas las demandas al cerebro, más se estimula el cerebelo. Nuevamente, la fisiología cerebral ha establecido que los movimientos (externos o intelectuales) son un elemento formativo de este órgano. Según Giedds «[Durante la pubertad] el movimiento físico estimula considerablemente el cerebelo y en última instancia es más importante que el contenido académico.» Entender este proceso permite comprender con mayor profundidad la conexión entre los procesos del alma y el cuerpo en la descripción de astralidad de Steiner.
Conexiones entre el alma y lo físico en el cuerpo astral
Para unir el desarrollo físico y el del alma es necesario considerar la relación que lo etérico y lo astral guardan con la vigilia y el sueño. Steiner describe como, durante el sueño, el cuerpo astral y el ego abandonan la persona que duerme. El cuerpo astral va al mundo exterior del alma y el ego conecta con seres del mundo espiritual. Por la noche, ambas partes del ser experimentan una transformación; se puede considerar como una «respuesta» de los mundos superiores y se puede recordar o experimentar al despertarnos. Pero, ¿qué es lo que nos llevamos del sueño a nuestra experiencia diurna que pueda interactuar con el mundo espiritual? Nuestra respuesta: todo lo que proviene del sistema metabólico motor, todas nuestras acciones y sensaciones que les acompañan.
Steiner señala en este punto una conexión profunda entre los acontecimientos de la noche y la formación del cerebro humano. La imagen de una lemniscata, el símbolo de la infinitud, un « ocho» tumbado de lado, nos puede ayudar a entender mejor los procesos del cuerpo astral. Si imaginamos la lemniscata como un lazo que muestra su superficie externa en un loop y su superficie interna en el otro; la parte externa puede representar la cabeza del organismo y la parte interna el sistema metabólico motor. Si simplificamos el proceso que tiene lugar durante el sueño humano, podríamos decir que la astralidad se retira de la región superior de la lemniscata, la cabeza, y se extiende hacia el mundo astral en la zona inferior, las extremidades y el metabolismo. Steiner describe la parte de nosotros que se retira durante el sueño como el negativo de una foto y describe las formas del cerebro humano como la correspondiente imagen positiva. Así pues, aquí Steiner expresa una conexión inmediata entre la esfera del alma y la del cuerpo.
Steiner también describe esta conexión al examinar dos encarnaciones sucesivas de un ser humano. Los actos de una vida previa conforman el cerebro físico de la vida siguiente. Las acciones de un ser humano en una vida determinan la formación física de la organización de la cabeza de la vida siguiente. A través de esta metamorfosis, los seres humanos están «encuadrados» en su pensamiento y capacidades representacionales, es decir, las condiciones físicas y las capacidades intelectuales fundamentales. A parte de este aspecto predeterminado de la organización de la cabeza, la experiencia demuestra que otras capacidades se pueden enseñar pero no predeterminar. Eso incluye la habilidad de concretar, conectar ideas y representaciones, ordenar imágenes y producir síntesis e interpretaciones. El pensamiento y el camino meditativo de la antroposofía (esa actividad intensa del ego) en última instancia descansa en la libertad. Podemos elegir practicar y mejorar, o no.
En este punto detectamos una coincidencia sorprendente con la investigación sobre desarrollo cerebral. La experiencia sugiere que se nos dota extensamente de capacidades cognitivas del cerebro humano ya sea a través de un don o de disposiciones individuales de una vida previa. Se manifiestan físicamente durante el desarrollo embrionario y la infancia temprana. En contraste, como resultado de nuevas posibilidades formativas en partes del cerebro que emergen en la pubertad, surge un espacio libre para adquirir capacidades cognitivas superiores. El cerebro se mantiene plástico hasta una edad más avanzada de lo que se pensaba. Eso sugiere que una vida de pensamiento activo permite un desarrollo del alma que enriquece las formas físicas del cerebro. De igual modo, está claro que la actividad humana también influye profundamente el desarrollo del cerebro.
Consecuencias pedagógicas
En la edad escolar, las capacidades se forman en una encarnación previa y el niño dispone de ellas adaptándolas al uso durante la niñez temprana. Es importante despertar este conjunto de capacidades cognitivas. Al hacerlo, el profesor debe observar los límites establecidos por las propias condiciones físicas del niño. El profesor puede hacer notar al niño que aquí las diferencias, como todas las diferencias corporales, constituyen una condición natural de la vida. No obstante, es especialmente importante empezar puntualmente en la pre-pubertad para ayudar a que los jóvenes entiendan que son ellos los que ahora dan forma y co-crean sus capacidades intelectuales superiores (sin usar exactamente estas palabras, por supuesto). Entre las principales tareas del docente de secundaria se encuentra la de transmitir un sentido de la libertad de las posibilidades y también de la responsabilidad de crearlas. Estos sentidos de libertad y responsabilidad se desarrollarán de forma más consciente en bachillerato.
Si echamos un vistazo a los temas actuales de los debates educativos como los exámenes centralizados, los estándares educativos y los requisitos para graduarse veremos que casi siempre examinamos o exigimos capacidades puramente lógicas, cognitivas. En otras palabras, examinamos el pasado, lo que ha ocurrido, ¡no lo que puede ser! ¿Qué pretendemos en las escuelas Waldorf con nuevas formas de evaluación? Nosotros apuntamos a esas competencias que descansan en capacidades cognitivas superiores, a saber: la actividad del ego que da a luz al futuro. ¿Qué significa para los alumnos que evaluemos solo sus capacidades viejas en vez de aquello en lo que se están convirtiendo, lo va crecerá en el futuro? Puede que esta pregunta de lugar a nuevas y adecuadas formas pedagógicas en nuestras escuelas de secundaria.
El Dr. Richard Landl estudió ingeniería física en la Universidad Técnica de Berlín y también se graduó en euritmia. Ha sido profesor Waldorf durante muchos años, formador de profesorado y miembro de la junta de la Asociación Alemana de Escuelas Waldorf. Se dedica al desarrollo de la pedagogía Waldorf y a la calidad de la docencia. Actualmente, Richard Landl es el presidente del Consejo Europeo para la Pedagogía Steiner Waldorf y miembro de la Agencia de la Educación de la Comisión Europea.
Traducido por Mercè Amat