Juan y las habichuelas mágica
La versión de Andrew Lang del cuento Juan y las habichuelas mágicas transmite un mensaje sutil para aquellos maestros que busquen tener una carrera profesional larga y saludable en escuelas Waldorf. En el cuento, Juan cambia una vaca por tres habichuelas con las que después cultiva una enorme mata que crece hasta atravesar las nubes y se adentra en un reino desconocido. La fe, el asombro infantil y la confianza hacen que Juan pueda cultivar la mata y emprender su aventura. Al final, Juan consigue un tesoro: una cesta llena de huevos de oro.
Es necesario cultivar sobre un terreno fuerte para fomentar el crecimiento sano de la raíz de las habichuelas. Esta es la base de todo. La primera y más importante lección para los maestros es que tenemos que entrar en el primer día de nuestra profesión como educadores, y cada uno de los días, con los pies firmes en el suelo. Debemos estar plenamente presentes y tener una consciencia plena de todo lo que hacemos con los niños.
Meditar, todo un reto
Pero, ¿qué pasa con las habichuelas y con la mata que crece de ellas? ¿Qué podemos usar que nos ayude a trepar como Juan? Afortunadamente, tenemos muchas meditaciones, ejercicios y pensamientos de Rudolf Steiner que podemos cultivar, tal y como hizo Juan con las tres habichuelas. Con esfuerzo, constancia y una continua renovación, podemos cultivar nuestras habichuelas y ascender desde la consciencia diaria hacia una experiencia de nuestro “Yo” superior y la transformación de nuestra vida del pensar habitual. Esta nueva consciencia transciende el día a día; está vacía y es libre, y se llega a ella a través de centrar la atención y de un trabajo interior entregado y activo.
En el cuento, Juan muestra un espíritu juguetón; esta actitud nos enseña la ternura de voluntad que estamos creando al entrar en nuestro trabajo meditativo y transformador. Construimos un espacio, igual que el del niño al jugar en tranquilidad, y nos permitimos llegar en ese espacio sin ningún tipo de juicios ni de expectativas. El primer paso es conocer esta premisa, pero al llevarlo a cabo nos encontramos obstáculos.
Para muchos maestros de Norteamérica, establecer y continuar la práctica de la meditación es todo un reto. La cultura occidental está llena de distracciones para el desarrollo de nuestro trabajo meditativo. Cuando trabajamos para desarrollar una depurada fuerza imaginativa del alma, nos encontramos inundados de imágenes televisivas, pancartas publicitarias y películas que nos distraen (medios de comunicación que pueden llenar nuestra alma de imágenes falsas con gran facilidad.) Tiene sentido que los monjes medievales se ayudaran del voto de pobreza para evitar las distracciones cotidianas y así alcanzar una imaginación superior. Además, una vida monacal rítmica contribuía a la purificación del cuerpo astral.
Combatir las distracciones
Cuando buscamos hacernos conscientes en la elevada cualidad anímica de la inspiración, recibimos el bombardeo de sonidos cacofónicos (sonidos de la tecnología con la que vivimos, música de las tiendas en las que compramos y el omnipresente y aislante i-Pod. Este constante bombardeo de sonidos bloquea o reduce la capacidad de escuchar nuestros propios pensamientos. Los monjes hacían votos de obediencia para cultivar una inspiración superior y se servían de los cantos y las oraciones prescritas por el abad para escuchar interiormente.
El poder superior anímico de la intuición, que es un acto de unión, está debilitado por la fijación que existe en la sociedad actual con el sexo -un anhelo de unión representado a través de lo físico-, el alcohol y las drogas. Todo esto nos distrae de la intuición superior. Los monjes, por supuesto, hacían votos de abstinencia. El hombre y la mujer actuales buscan en vano oír las palabras de los dioses, ya que buscan oírlas fuera de ellos mismos. No podemos tener una existencia esenia ni la protección de los muros de la abadía (debemos transformarnos y desarrollarnos en medio de la disonancia y la turbulencia de la vida moderna.)
La mala educación que tuvimos en la infancia aflora y amenaza con influir en nuestra forma de enseñar. Nuestros hábitos de pensamiento nublan las bases filosóficas a las cuales nos dedicamos. Nuestras biografías nos suponen un reto a cada momento. Pero a su vez, cada reto nos da posibilidades de crecimiento. Una vez conocidos estos apabullantes obstáculos, ¿cómo podemos ayudarnos para convertirnos en el mejor maestro Waldorf que podamos llegar a ser?
El desarrollo de las fuerzas interiores y del alma
Al encontrarnos con la pedagogía Waldorf por primera vez, vivenciamos un currículum que es a la vez fuerte y único; pero el currículum por sí solo no hace que nuestras escuelas sean especiales. Lo que hacemos nosotros, como maestros Waldorf en constante evolución, es de igual importancia.
Muy pronto nos damos cuenta de que la pedagogía Waldorf no es solo un método; depende de la profundización y el desarrollo individual a través del estudio personal y de participar en la ciencia espiritual de forma activa. El trabajo interior del maestro fortalece el currículum y hace que la pedagogía Waldorf sobresalga sobre otras filosofías educativas, ya que cada asignatura está en relación con las etapas evolutivas del ser humano.
Hoy en día, el mundo, y todo lo inherente a él, se ha convertido en objeto de preguntas. Sin embargo, la forma en la que se formulan las preguntas nos sumerge más en el caos en lugar de acercarnos a una solución. Las presunciones arbitrarias sobre el control de la naturaleza, la separación de los seres humanos y el cosmos, así como la falta de significado de la existencia son una amenaza incluso para nuestra capacidad de formular las preguntas correctas. Para expandir nuestra consciencia se necesitan las preguntas correctas.
Afortunadamente, Steiner ofreció formas sencillas y útiles para desarrollar nuestra consciencia y fortalecer las fuerzas del alma. Al trabajar desde la antroposofía, cada uno de nosotros, como maestros Waldorf en constante búsqueda, tenemos que seguir tres pasos específicos en nuestra formación antroposófica si queremos agrandar nuestra consciencia diaria. Estos pasos son la concentración, la meditación y la participación activa en nuestro propio desarrollo moral; y se pueden describir de la siguiente manera:
Concentración, por la cual centramos nuestra consciencia en un objeto libremente elegido y nos unimos a él;
Meditación, por la cual permanecemos en nuestras fuerzas del pensar a través de un objeto, viviendo con él, pero sin pensar en él de forma intelectiva; y
Guía vital, por la cual nos hacemos cargo de nuestro desarrollo moral y nos guiamos de forma activa en el desarrollo de nuestras capacidades para el amor, la paciencia y la perseverancia.
El entrenamiento atlético ejercita aquellos músculos que son necesarios para desarrollar una determinada habilidad física. Del mismo modo, el desarrollo de la consciencia también requiere un entrenamiento, y los tres pasos mencionados anteriormente son ejercicios dirigidos a adquirir una perspectiva superior y una fuerza y movilidad interior.
Sabemos que tiene la misma importancia quiénes somos, como personas en constante búsqueda, que aquello que enseñamos. Cualquiera que haya sido maestro de niños podrá corroborar esta afirmación. Los niños ven en lo más profundo de nosotros, y nosotros llegamos a ellos de forma sutil, más allá de la simple representación que supone una clase preparada con sabiduría.
La actividad artística para renovar fuerzas
Como maestros, también es necesario que cuidemos nuestra higiene personal, tanto el cuerpo como el alma, para que podamos estar presentes ante nuestros alumnos de una forma correcta. Para tener éxito en nuestro trabajo, es muy importante el modo en el que nos “re-creamos”. Debemos cultivar el interés por las artes, música, escultura, pintura, manualidades y lectura, puesto que todas ellas son actividades que nos devuelven las fuerzas que gastamos al enseñar. La actividad artística tiene un inmenso poder sanador, sobre todo en la sociedad moderna, que tiene una fuerte tendencia al entretenimiento pasivo. El desarrollo artístico consciente es una actividad que nos recompensa con una renovación de las fuerzas.
John Gardner, un pionero de la pedagogía Waldorf en Norteamérica, nos dio las siguientes indicaciones para la higiene de la voluntad:
Ten siempre presente un aspecto individual que necesites fortalecer.
Haz siempre lo que te prometiste hacer.
Lucha por establecer un orden y un ritmo en tu vida.
Mantente en contacto con la naturaleza.
Practica siempre algún tipo de arte creativo.
Respeta el sueño y prepárate adecuadamente para dormir.
Aprende a rezar.
No malgastes fuerzas en un falso placer.
Los ritmos estacionales
Al hacer balance de mi enseñanza, desde la primera clase hasta la duodécima, me doy cuenta del valor de los ritmos del año. El verano, que es cuando desaparecen muchas presiones externas, es el mejor momento para hacer una prospectiva del próximo curso. Leemos para preparar nuestras clases y recopilamos los recursos necesarios. Podemos utilizar la respiración que nos da el verano para preparar el ambiente del año. Podemos separar lo esencial de lo trivial. Nos dejamos llevar por el entusiasmo del curso que va a empezar. Durante el verano me gusta preparar, con toda la precisión posible, cada periodo o clase hasta las siguientes vacaciones.
Cuando empieza el curso tenemos que ir día a día y prestar atención a los detalles. En el otoño siento una voluntad fuerte, pero al llegar la Cuaresma noto que estoy más débil. Durante las vacaciones de verano trato de preparar todo hasta las vacaciones de Navidad. Después, intento organizar todos los detalles hasta las vacaciones de Semana Santa, momento que utilizo para preparar el tiempo que resta hasta el final de curso. En esta época tengo la sensación de que las fuerzas de la primavera y el regreso de la luz del sol me devuelven el vigor. Es necesario que aprendamos a observar nuestros propios ritmos, y así poder planear nuestro tiempo de preparación de clases en función de los mismos para dar espacio a esos meses que se nos hacen más difíciles.
Andar, dormir y otros ritmos
Cada año, cuando el exceso de reuniones y las largas preparaciones de clases empiezan a minar nuestras fuerzas, recuerdo que las mejores horas de sueño se dan en las horas que preceden a la medianoche, y trato de sacar el máximo provecho yéndome pronto a la cama. Una persona normal necesita dormir de esta manera tres noches consecutivas para conseguir recuperarse. A mí, personalmente, me sirve hacer esto para recuperarme.
Steiner dio mucha importancia a caminar por las mañanas, antes de encontrarnos con los estudiantes. Esto permite que los pensamientos se remuevan en nuestro interior y que nuestras ideas cambien y se transformen. Es especialmente importante que dediquemos un cierto tiempo a nosotros mismos y que lo mantengamos. Así daremos vitalidad a nuestras tareas y podremos descubrir otros aspectos de nuestro propio ser.
Para mantenernos sanos es importante establecer, mantener, comprender y trabajar en consonancia con los ritmos de nuestro cuerpo. Cada día sufrimos profundas alteraciones en nuestro estado físico y mental, ya que nuestro cuerpo y nuestra mente alternan estados de gran actividad durante la vigilia con recuperación, descanso y restauración durante las horas de sueño. Estos ciclos no son una respuesta pasiva al mundo que nos rodea, vienen dados y se guían por un reloj interno. ¿Has notado que a veces te despiertas pocos minutos antes de la hora a la que tenías previsto levantarte? ¿Por qué pasa esto?
Nuestros órganos y fuerzas mentales nos dan pruebas de que existen más de cien ritmos circadianos. 1
A lo largo de día todos tenemos momentos álgidos internos en los que disfrutamos de mayor atención y frescura mental. Del mismo modo, hay momentos álgidos externos en los que necesitamos estímulo o interacción para motivarnos. Es necesario prestar atención a estos ritmos biológicos y prepararnos para ellos. Para ayudarnos a identificar los picos y mínimos individuales podemos elaborar un registro semanal. Hay otros ritmos externos que también nos afectan.
La semana también tiene su propio ritmo. En la antigüedad, los días de la semana tenían nombres de planetas. El lunes, la Luna; el martes, Marte, Tyr o Tiwaz; el miércoles, Mercurio, Wotan u Odín; el jueves, Júpiter o Thor; el viernes, Venus o Frigg; el sábado, Saturno; y el domingo, el Sol. El estudio de las cualidades de los planetas nos da el conocimiento de las características astrales de cada día y su influencia en los vida de los sentimientos de los seres humanos; dichas influencias siguen activas más allá del umbral de la consciencia activa. Los siete días de la semana también están en consonancia con la escala musical, que sube siete notas y vuelve a empezar en la octava nota, una octava más alta. Este patrón se puede visualizar a través de la imagen ascendente de la espiral de un sacacorchos.
Los días de la semana tienen las siguientes cualidades envolventes para un maestro:
El lunes es el día de la reflexión.
El martes es el día de la voluntad.
El miércoles es el día del movimiento.
El jueves es el día de la promesa.
El viernes es el día de la mejoría.
El sábado es el día de la pesantez y la reconstrucción.
El domingo es el día de la contemplación armoniosa y la unión con la naturaleza.
Desgraciadamente, en esta modernidad tan ajetreada, la experiencia del domingo ha quedado muy diluida y solo la podemos reconquistar a través del esfuerzo.
El ritmo lunar afecta a todo nuestro ser. Es un ritmo que equivale prácticamente a cuatro veces el siete (o veintiocho días). El ser humano ha evolucionado y se ha liberado en gran medida del control de la naturaleza, pero la luna ejerce un tremendo poder sobre los elementos líquidos, tal y como se puede apreciar por la subida y la bajada de la marea en las costas. Hay quien afirma que los ciclos lunares ejercen un efecto sobre nuestras fuerzas imaginativas y nuestra productividad espiritual. A través de la práctica de la autoobservación podemos hacernos conscientes de la influencia que tienen en nosotros estos efectos sutiles y así aprender cómo sacar partido de ellos.
El ritmo del sol nos hace plenamente conscientes de nuestros cuerpos terrenales. Tal y como he mencionado anteriormente, la luz activa los ritmos circadianos. La luz del sol ejerce un efecto sobre nuestro estado de ánimo y es necesaria para nuestro sustento. Imagínese cuánto puede repercutir en nuestra salud la fuerza del pensamiento lleno de luz. Del mismo modo que la luz es necesaria para la tendencia heliotrópica en el crecimiento vertical de las plantas, el ritmo anual del sol mantiene la verticalidad y la salud de nuestro ser etérico.
La retrospectiva para renovar fuerzas
Los niños necesitan las fuerzas etéricas de sus maestros. Al acabar la jornada escolar, los maestros a menudo se sienten agotados, como si les hubieran drenado las fuerzas. Esto ocurre porque los niños nos han extraído las fuerzas etéricas. Podemos reconstruir estas fuerzas a través de la actividad que Steiner llamó “Rückschau”, o retrospectiva. Esta actividad, que se suele llevar a cabo por las noches, consiste en recordar el día en sentido cronológicamente inverso, haciendo hincapié en las actividades importantes, pero sin emitir juicios sobre ellas. Sin embargo, muchos maestros encuentran muy útil hacer la retrospectiva al acabar su jornada en la escuela. Debemos reservar unos momentos de quietud para llevar a cabo esta actividad. Así podemos renovar las fuerzas antes de reunirnos con la familia y atender otras obligaciones. Aun cuando se ha hecho esto, también se hace una retrospectiva normal por la noche. Hay otros ejercicios que también nos pueden ayudar a crear una “protección etérica”. Los podemos encontrar en el libro de Steiner “Cómo conocer los mundos superiores”.
Si enseñamos a alumnos mayores, aquellos que están entrando en la pubertad, tenemos que fortalecer nuestras fuerzas astrales. Los adolescentes nadan en la astralidad, y tienen todo el derecho a hacerlo. Necesitan, pues, maestros que sean capaces de evitar la subjetividad en su pensar, aquellos que trabajen de forma objetiva. Podemos encontrar una gran ayuda para llevar a cabo esta difícil tarea en la conferencia de Steiner “Formación práctica del pensar”.
La cooperación
Poder trabajar intensamente con otros seres humanos es un gran regalo. A través del trabajo con otras personas hacemos grandes amistades y logramos un sentimiento de hermandad. Aunque también encontramos sombras en esta labor. Cada uno de nosotros pone tanto esfuerzo en su trabajo que es fácil pensar que este trabajo “nos pertenece”. Corremos el riesgo de sentirnos dueños de ideas que no son nuestras. Podemos erigirnos en guardianes de principios dogmáticos. Podemos ser presa de ideas inamovibles o incluso construir castillos de pensamientos que posteriormente nos vemos obligados a defender. Así, nos convertimos en caballeros defensores de esos pequeños castillos subjetivos construidos con pensamientos abstractos. Entonces, al hablar con otra persona no nos dirigimos a esa persona, sino a su castillo. Estas ideas pueden causar grandes problemas interpersonales con mucha facilidad. De este modo, podemos obcecarnos en las dificultades de un compañero y no vemos la búsqueda en la que se encuentra.
Si cada tarde nos imaginamos de forma meditativa a dicho compañero bañado por una luz dorada podemos evitar esta tela de araña emocional. Durante esta meditación tenemos que deshacernos de todo pensamiento subjetivo y tratar de hacer emerger la simpatía en nuestra alma. En ocasiones, es necesario repetir esta actividad varias veces para poder notar un cambio en nuestra actitud.
Para llevar a cabo un trabajo colegiado es necesario que confiemos los unos en los otros y que seamos capaces de decir lo que pensamos directamente a los compañeros. Los cotilleos, los chismorreos o el hablar de alguien a sus espaldas socavan la confianza del grupo. Debemos seguir usando el juicio y el discernimiento al abordar los problemas de nuestros compañeros, pero cuando estos juicios se convierten en charlas banales, estamos destrozando el tejido social de la comunidad escolar. Hay que tener cuidado de no tener los sentimientos a flor de piel, y también con las trampas que nos ponen esos cotilleos, ya que podrían llevarnos a disputas equivocadas debido a lo que oímos de terceras personas. Además, el cotilleo puede tener un efecto boomerang: a la larga, aquellos que cotillean se pueden convertir en el objeto de conversaciones destructivas. Hemos de aprender a observar la búsqueda en la que se encuentra cada uno de nuestros compañeros y no estancarnos en puntualizar solo su lado negativo.
Una cesta llena de huevos de oro
John Ruskin (1819-1900), autor de “Las siete lámparas de la arquitectura”, hizo hincapié en lo necesaria que es la salud social para la longevidad en el trabajo de cada uno, y dio los tres ingredientes básicos:
Tenemos que querer hacer el trabajo.
Tenemos que vivir el éxito y ver el reconocimiento de nuestros compañeros.
Tenemos que tener cuidado de no trabajar en exceso.
Steiner nos recuerda una y otra vez que debemos buscar el equilibrio: llevar algo de alegría a nuestra tristeza y algo de tristeza a nuestra alegría. Todos debemos encontrar un compañero que sea un “consejero fiable”, que no juzgue, con el que podamos compartir nuestras dificultades y de quien recibamos consejo. Todos necesitamos fortalecer nuestro “Yo”; hay que luchar por no tomarse personalmente todo lo que ocurre en nuestra escuela; y, por último, tenemos que aprender a aceptar nuestro destino personal.
En sus conferencias para los maestros de la primera Escuela Waldorf, Steiner ofreció cuatro directrices para guiarnos hacia la salud:
Un maestro debe ser una persona con iniciativa (el maestro debe buscar un “Yo” higiénico).
Un maestro debe estar interesado en todo lo que existe en el mundo (el maestro debe buscar la higiene de su cuerpo astral).
Un maestro debe estar comprometido con lo verdadero (el maestro debe buscar la higiene de su cuerpo etérico).
Un maestro siempre debe estar fresco y renovado, no amargado (el maestro debe buscar la higiene de su cuerpo físico).
El camino que sigue un maestro Waldorf en su constante búsqueda está lleno de descubrimientos interiores y de aventura. Cuando estamos en armonía con nosotros mismos, cuando tenemos clara nuestra dirección y somos capaces de reconocer las necesidades higiénicas de nuestra alma, llegaremos al éxito y a disfrutar en nuestra labor. Esta será nuestra cesta de huevos de oro.
David S. Mitchell fue maestro Waldorf primero en Inglaterra, luego en Noruega y finalmente en Estados Unidos, su país de origen, donde fue tutor de una clase a lo largo de toda la primaria. Fue también profesor de ciencias en la secundaria y formador de maestros. Su larga trayectoria en la AWSNA incluyó diversos puestos. Le apasionaba el aprendizaje práctico, kinestético y experimental. Fue líder espiritual de los rituales Vision Quest, herrero, carpintero y profesor de escultura en piedra. David falleció en junio de 2012.
Este artículo es un extracto del artículo original de David publicado en el Research Bulletin, Otoño 2005, Volumen 11, Núm. 1
Traducción: Alberto Caballero
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1Para más información sobre los ritmos circadianos, ver la versión original del artículo de David: <link http: www.waldorfresearchinstitute.org download research-bulletin-articles basoulhygienemitch.pdf>
www.waldorfresearchinstitute.org/download/research-bulletin-articles/BASoulHygieneMitch.pdf
Nota: La ilustración de Juan y las habichuelas mágicas es obra de Ausa M. Peacock para el libro Fee Fi Fo Fum y se puede encontrar en la serie de lecturas de Arthur M. Pittis publicada por AWSNA Publications. Se han concedido los permisos necesarios para incluir dicha ilustración en este artículo.