Como en cualquier proceso artístico, la clase más creativa y más potente que se puede dar es la que uno prepara por si mismo. Aunque pueda ser muy útil consultar con otros colegas e incluso observar cómo comparten su conocimiento en el aula, al final el valor de una buena clase, de las que perduran en el tiempo, reside en la autenticidad de su creador.
Por esta razón los colaboradores de esta serie de artículos han resistido a la tentación de ofrecer cualquier cosa que pudiera entenderse como una receta o guión para una clase. Los “estudios de caso” citados sólo lo son a modo de ilustración, no como instrucciones para un plan de estudios. Dicho esto, algunos supuestos y directrices fundamentales mencionados se basan en un enfoque Waldorf para la enseñanza de la sexualidad humana, o para, de hecho, cualquier asignatura que se imparta en una escuela Waldorf. Debemos considerarlos como “diez pilares” sobre los que se sustentaría el edificio de un currículo Waldorf para la enseñanza de la sexualidad humana.
Pilar #1.En las escuelas Waldorf, enseñamos del todo a la parte, desde lo general hacia los pequeños detalles (aunque a veces un pequeño detalle, como un grano de arena, puede encerrar una visión entera del mundo). Este supuesto tiene una relevancia especial en la enseñanza de la sexualidad humana, ya que nos lleva a la conclusión de que cada persona, independientemente de su sexo, es un ser humano entero, masculino-y-femenino. Siguiendo la imagen de Rudolf Steiner (que ya hemos analizado en el apartado anterior de este libro) del ser humano expresándose como un género en el cuerpo físico y el otro género complementario en el cuerpo etérico, podemos partir de la idea de que cada persona, vista físicamente y etéricamente, es un ser humano entero. Aunque manifestemos sólo la mitad de nuestra naturaleza físicamente mediante nuestro género visible, cada uno de nosotros encarna sin embargo la panoplia completa de la sexualidad humana. Teniendo en cuenta que nuestro desarrollo físico comienza como una sóla célula fertilizada que, durante las primeras siete semanas de gestación, desarrolla los rudimentos de los dos géneros antes de “optar” por uno u otro, también podemos considerar nuestros cuerpos como portadores de aquellos aspectos propios de la formación de la sexualidad que han quedado descartados en el nivel físico. Aunque seamos ciertamente parciales en nuestro cuerpo físico material, somos totalmente completos si consideramos que estamos constituidos como un cuerpo físico viviente dotado de un organismo etérico. Esta imagen todavía no aborda nuestra alma ni nuestro espíritu, que según Rudolf Steiner transcienden completamente la distinción de género.
Pilar #2. En las escuelas Waldorf, enseñamos principalmente mediante la imagen, más que mediante la información (datos concretos) o la definición (conceptos abstractos). Es decir, una clase Waldorf puede contener tanto información como definición, pero ambas estarán al servicio de la imagen, que goza de una posición de superioridad con respecto al material específico y la idea general. Cuando enseñamos mediante imágenes, nuestros alumnos se mantienen interiormente activos, puesto que uno solamente puede aprender a partir de imágenes creándose las suyas propias. En cambio, las definiciones y la información (incluso bajo la forma de imágenes visuales) ya están “confeccionadas”, de alguna manera. Las consecuencias de este enfoque para la enseñanza de la sexualidad humana son bastante claras, dado que nos empujan a sustituir fichas, diagramas, figuras de plástico y videos de ciencia empírica (algunos dirían reduccionista) por cuentos, historias, analogías y observaciones de ciencia fenomenológica (algunos dirían ecológica e incluso Goetheana).
Pilar #3.En las escuelas Waldorf, enseñamos “artísticamente”. Esto significa mucho más que enseñar mediante el arte o la invocación de la belleza, aunque ambas cosas formen parte de este enfoque. Como explica Steiner en las conferencias que ofreció a un círculo de jóvenes estudiantes de antroposofía, por “enseñanza artística” se entiende la capacidad de los maestros para imbuir su pensamiento de una voluntad entusiasta que despierte nuevos poderes de observación, capaces de captar la naturaleza espiritual de los alumnos, y de tener en cuenta sus necesidades educativas para que puedan crecer y madurar. “Cuando se experimenta el pensamiento puro como poder,” dice, “la actitud del hombre se convierte en la actitud del artista.”1 Y continúa:
Y ésta, queridos amigos, es también la actitud que necesitamos hoy en un maestro si queremos que guíe y conduzca a los jóvenes desde el momento en que cambian los dientes hasta la pubertad, o incluso más allá de la pubertad. El estado del alma debería ser aquel que permitiera llegar, a partir de la vida interior del alma, a un segundo hombre, el cual no se puede percibir como se percibe el cuerpo físico externo, que se puede estudiar psicológicamente o anatómicamente, sino que se tiene que experimentar de forma vivencial y se podría llamar, siguiendo el sentido real del término, “cuerpo viviente” o “cuerpo etérico”. Esto no se puede percibir de forma externa, sólo se puede experimentar interiormente. Para conocer este segundo hombre se tiene que desplegar algún tipo de actividad artística.2
En otras palabras, con esta actitud el maestro trata de discernir, a través del cuerpo físico perceptible su organización etérica imperceptible. Es decir, el maestro experimenta a los alumnos en su dimensión de complitud sexual considerando que las naturalezas femeninas y masculinas están presentes en la comunión de las naturalezas físicas y etéricas del alumno. Percibir “artísticamente”, en este sentido, es percibir “holísticamente”.
Pilar #4.En las escuelas Waldorf, consideramos lo físico como un precipitado de lo metafísico, en vez de esto último como si se tratara de un producto del primero. Con respecto a la enseñanza de la sexualidad humana, esto significa que exploramos la naturaleza del organismo físico como la manifestación de leyes de creación espiritual elevadas. A través de las complejidades del cuerpo físico, intentamos discernir la mano invisibe que le dio forma, como si exploraramos las habitaciones de una bonita casa para poder conocer al ser que habita en ella y que la amobló. Lo que otros (que consideran el cuerpo físico como la causa primaria y la consciencia como su consecuencia) verían como causas, nosotros lo consideraremos efectos: por ejemplo, los procesos que guían un óvulo fecundado de zigoto inicial a embrión y hasta llegar al feto completamente formado. El desarrollo del sello genético distintivo del feto, en este sentido, sería estudiado como resultado más que como agente de cambio, igual que la apariencia de las bacterias sería estudiada como la consecuencia de un estado de enfermedad más que como el origen de la misma.
Pilar #5. En las escuelas Waldorf , enseñamos a partir de la confianza en la salud y la búsqueda del bien, en lugar de a partir del miedo a la enfermedad y la evitación del mal y la desgracia. Concretamente en lo que se refiere a la enseñanza de la sexualidad humana, estudiamos el cuerpo a través de lentes de “salutogénesis3 y no a través de la perspectiva de la “patogénesis”. La salud sexual tiene prioridad sobre la enfermedad sexual. Una vez más, no se trata de adoptar una actitud ingénua o Pollyanna4, sino de reconocer que el punto del que partimos determina en gran medida la trayectoria de nuestro propio viaje. Cuán distinto ver la enfermedad como un exceso o déficit de las fuerzas legítimas (por ejemplo, de crecimiento y decadencia) que, en un estado de equilibrio, constituyen la salud, como contraposicón a ver la salud simplemente como la ausencia de enfermedad. En el segundo caso, la enfermedad y la salud se oponen: “luchamos” contra la enfermedad para deshacernos de ella. En cambio, en el primer caso la enfermedad se estudia (y se trata) como el complemento de una condición de salud e incluso puede ser considerada como los primeros síntomas de que el cuerpo está imponiendo sus poderes de curación. Para resumir, la salud, en lugar de oponerse a la enfermedad, es considerada como algo que surge entre condiciones de enfermedad completamente opuestas. La primera visión es exclusiva; la segunda, inclusiva.
Pilar #6.En las escuelas Waldorf, educamos como seres tri-unos de cognición (pensamiento), emoción (sentimiento) y volición (voluntad). Con respecto a la enseñanza de la sexualidad humana, esto significa que nos centramos en el desarrollo de una vida saludable de la voluntad igual que en una disposición social-emocional equilibrada y una conciencia cognitiva en alerta. Estas tres dimensiones contribuyen a madurar el desarrollo sexual. Además, aseveramos que este proceso se produce en tres fases predictibles: la primera fase, durante los años de pre-escolar, a través de la vida imitativa de la voluntad (por ejemplo mediante el juego libre); la segunda fase, durante los años de primaria, mediante la riquísima vida imaginativa del sentimiento, sobre todo en la práctica del arte; y finalmente una tercera fase, que dura desde los primeros años de la secundaria hasta bien entrada la vida universitaria, el activo afinado del pensamiento en cuatro aspectos: la observación, la comparación, el análisis y la síntesis.
Pilar #7. Como maestros Waldorf , reconocemos que, en última instancia, toda educación es autoeducación, especialmente cuando se trata de educación relacionada con la sexualidad humana, en la que los marcadores de pubertad y de madurez sexual se presentan de forma muy individualizada. En las escuelas Waldorf la enseñanza de cualquier materia sirve para evocar preguntas provocativas y duraderas, y no para ofrecer respuestas definitivas. La información, aunque valuosa, se facilita para provocar preguntas mejor formuladas. Dicho de otra forma, la tarea de la educación no es tanto informar sino ayudar al “yo” individual para que progresivamente pueda apoderarse de su cuerpo físico y sensible y así ser eficaz en el mundo. El cuerpo es el medio de este proceso de encarnación, no su objetivo. En cuanto a la enseñanza de la sexualidad humana se refiere, acompañamos este proceso protegiendo el cuerpo físico, entrenando el etérico en hábitos saludables e inspirando el cuerpo astral en la búsqueda de ideales morales. Pero si es para conservar su libertad, el Yo sólo aprenderá lo que él mismo es capaz de integrar en su propia visión del mundo.
Pilar #8.Como maestros Waldorf, sabemos que no estamos solos con nuestros alumnos en el aula, aunque desde nuestra profesión como educadores se nos pida asumir el liderazgo; liderazgo que puede llegar a comportar mucha soledad. Al final, el éxito de nuestra forma de enseñar no depende solamente de cómo llevamos a cabo una clase, sino de cómo abordamos nuestras relaciones con nuestro círculo clave: los padres y madres, nuestros compañeros de trabajo, la comunidad escolar, y aquellos seres invisibles, incluyendo los que han muerto y los que todavía no han nacido, que nos protegen y nos ayudan en nuestras luchas tan pronto como estemos dispuestos a pedírselo. Especialmente en materia de enseñanza de la sexualidad humana, debemos forjar relaciones de confianza con todos estos grupos; con el último quizás con el que más, puesto que está más cerca de las verdades espirituales que dan sentido a los anhelos sexuales, los temores y las consecuencias.
Pilar #9. Como maestros Waldorf, entendemos que la sexualidad y la intelectualidad humanas comparten un origen espiritual común. Estas capacidades, que maduran conjuntamente durante la pubertad, representan unas capacidades enormes de creación tanto en en reino físico como en el metafísico: “concebimos” pensamientos en la misma medida en que “concebimos” la descendencia. A través de las relaciones sexuales, nos acercamos al máximo a la unión con un ser humano físico; a través de la intuición nos acercamos al máximo a una realidad metafísica, en lo que vemos (-in) en ella (tueri-) o desde ella. Estos dos tipos de concepción son formas de comunión íntima. Por lo tanto, en su origen si no siempre en su expresión, nuestra sexualidad se origina a partir de nuestra naturaleza más elevada, y no a partir de una inferior.
Pilar #10.Por último, como maestros Waldorf, consideramos que la immortalidad, por definición, se extiende en ambas direcciones. En la medida en que la educación pretende persuadir el “Yo” humano (o lo que el psicólogo junguiano James Hillman llama “el núcleo eterno”) para que se apodere de sus envoltorios temporal y físico, estamos alentando a un ser que transciende los límites de espacio y de tiempo a establecer su residencia en la Tierra en una era cultural concreta. En ningún otro caso esta concienciación es tan fundamental como en la enseñanza de la sexualidad humana, dado que las preguntas sobre la vida antes del nacimiento, en el nacimiento y después de la muerte ocupan un lugar central en las preocupaciones de los alumnos en estas edades. Rudolf Steiner acuñó el término “innatalidad” para describir un ser immortal que, por su propia naturaleza, precede a la existencia temporal en la Tierra del mismo modo que perdura tras ella. No puede tener sentido postular una vida que comienza en el tiempo y de alguna manera es para siempre. (Steiner llama a esta idea lógicamente defectuosa una forma de egotismo). La immortalidad abarca tan lejos en el pasado distante como se extiende más allá del horizonte del futuro que se despliega.5
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Sobre estos 10 pilares se puede erigir un currículo que ofrezca un buen marco de trabajo sin ahogar la creatividad, coherencia sin impedir la espontaneidad y una guía práctica sin socavar la libertad y autonomía humanas.
Douglas Gerwin, Doctor en Filosofía (Ph.D.), ha sido profesor de historia, literatura, alemán, música y ciencias naturales en aulas Waldorf de secundaria y bachillerato durante los últimos 35 años. Como Director del Centro de Antroposofía divide su tiempo entre la formación de adultos y de adolescentes, y también es mentor de escuelas Waldorf en toda Norteamérica. Ex alumno Waldorf, Douglas es el fundador del Programa de Formación de Profesores Waldorf de Secundaria y Bachillerato en el Centro, además de Director Ejecutivo del Instituto de Investigación para la Educación Waldorf. Es autor de muchos artículos sobre educación y antroposofía, además de editor de seis libros sobre la pedagogía Waldorf. Actualmente vive en Amherst, Massachusetts, con su esposa Connie, profesora de matemáticas de secundaria en una escuela Waldorf.
Traducido por Montserrat Babí
1 Rudolf Steiner Curso de pedagógia para jóvenes GA 217. Conferencia X. Editorial Rudolf Steiner, 1992.
2 Ibíd., páginas siguientes.
3 Término acuñado por Aaron Antonovksy. Ver su libro Unraveling The Mystery of Health: How People Manage Stress and Stay Well (San Francisco: Jossey-Bass Publishers, 1987). (Libro no traducido al español). Ver también el artículo de Michaela Gloeckler “Sexual Union and Spiritual Communion” en esta colección.
4Ver síndrome de Pollyanna, basado en la novela de Eleanor H. Porter. Nota del T.
5 Peter Selg explora el tratamiento que Steiner hace de esta idea en su ensayo titulado Innatalidad: La pre-existencia del ser humano y el camino hacia el nacimiento (Editorial Dorothea, 2013).