La vida en la Escuela Gamot Cogon
La escuela Gamot Cogon se encuentra en Barangay Libongcogon, Zarraga, Iloilo, en la isla de Panay, en las Filipinas centrooccidentales. Libongcogon es un pueblo con una economía basada en la agricultura y con una fuerte incidencia de la pobreza. Actualmente tenemos 199 niños desde el jardín de infancia hasta la undécima clase. Somos 22 maestros, sin incluir a los maestros de clase principal de secundaria. Nuestros maestros tienen una carga laboral superior a la jornada completa con 20 horas lectivas y muchas más en reuniones, tutorías y otras responsabilidades derivadas de la organización de una escuela relativamente nueva y que está en constante crecimiento. Hay tres padres de la escuela trabajando como personal administrativo voluntario. Tenemos una media de 15 alumnos por clase, pero una clase tiene 25 niños, y algunas de las clases de secundaria solo tienen entre 6 y 10 alumnos. Entre el 35 y el 40 por ciento de nuestros alumnos vienen de familias pobres.
Me llamo Anna Slater y soy la tutora de la clase pionera: la undécima clase. También enseño inglés, literatura y teatro en la escuela secundaria. Soy la coordinadora de teatro de la escuela secundaria y llevo seis años trabajando en la escuela con mi marido, que es tutor de la novena clase y profesor de historia.
¿Qué le motiva a levantarse cada mañana?
Me encantan las asignaturas que imparto y me entusiasma especialmente la clase principal. Me siento privilegiada por poder trabajar con periodos como el de poesía, teatro y Perceval. Para sorpresa de muchos, también me encanta la gramática inglesa. No soy experta en ese campo, pero me encantan las reglas y los diferentes métodos de enseñar la gramática de una forma divertida y que se entienda. Me encanta preparar las clases el día antes ¡y ver cómo se desarrollan en el aula ante mis ojos! ¿Cómo puedo quedarme en la cama sabiendo el día que tengo por delante? Mi trabajo tiene todo el sentido del mundo para mí. La escuela en la que trabajo hace que los niños con menos recursos puedan tener una infancia maravillosa y un futuro brillante. Intento unir lo que puedo ofrecer al mundo con lo que necesita el mundo. Me encanta contar cuentos o historias y ver las caras de mis alumnos –incluso en secundaria, con los ojos brillantes– escuchando, pensativos. También me encanta el humor y ver a los estudiantes reír. ¡Y el café ayuda mucho!
¿Por qué es maestra Waldorf?
Antes los niños me daban miedo. Cuando llegué a esta escuela, lo único que sabía era que quería ayudar en la misión de llevar la Pedagogía Waldorf a sus raíces. La idea de enseñar me asustaba de verdad porque sentía que no entendía a los niños y, por lo tanto, en cierto modo me sentía “poco digna” de enseñarles. Sentía que no iba a tener la paciencia y la comprensión para lidiar con situaciones difíciles como pataletas, mal comportamiento y cosas de este tipo, algo que ya viví en una ocasión en la que enseñé inglés en Tailandia. Así pues, hice los cursos de formación de maestros, pero con la intención de hacer trabajo administrativo. Llevé a cabo dicho trabajo durante un año y me encontraba satisfecha. Sin embargo, poco después surgió la necesidad de contratar a un maestro para hacer Pedagogía de Apoyo con algunos estudiantes1. Empecé a leer sobre la Pedagogía de Apoyo para ver si podía hacerlo. Lo que finalmente me hizo cambiar de opinión sobre ser maestra fue un libro titulado Cómo educar a los niños temerosos, tristes o inquietos, de Henning Köhler. En este libro leí acerca de los ángeles de los niños y nuestra dedicación consciente al destino individual de cada niño. Vivencié un momento de claridad muy profunda y emocional al leer sobre la imagen de un niño con problemas que era como una mariposa batiendo sus alas con sufrimiento. Llevé esta imagen conmigo durante varios días y recapacité sobre mi concepto de las rabietas y el mal comportamiento hasta darme cuenta de que estaba equivocada. Después, tuve la sensación de que finalmente podía ver a los niños. Desde aquel momento supe que podía ser paciente con los niños y solo entonces sentí que me había ganado el derecho de ser maestra.
¿Cómo incluye el trabajo de Steiner en su trabajo diario como maestra?
Llevar el trabajo de Steiner a mi trabajo como maestra y a mi vida es como una receta contra el desgaste. En el pasado ha habido muchas ocasiones en las que me he visto superada por los quehaceres diarios de la escuela, haciendo tareas que parecían no menguar nunca; tanto fue así que, de algún modo, algo muy dentro de mí me decía que no estaba haciendo lo correcto. Y me di cuenta de que esto ocurría cuando, por “motivos prácticos”, ponía al final de mi lista de prioridades el estudio de las obras de Steiner y las meditaciones o los trabajos interiores diarios. Entonces llegué a la conclusión de que no estaba trabajando de forma espiritual y que no estaba concentrada en el motivo y responsabilidad de esta gran labor que es la enseñanza. Los estudios, las meditaciones y los debates con los compañeros nos dan energía y elevan nuestra espiritualidad. Sin estos aspectos, tengo la sensación de que solo estoy llevando al aula “trucos pedagógicos” que carecen de base y de profundidad.
¿A qué retos se enfrenta su escuela?
Nuestra escuela siempre tiene dificultades para llegar a fin de mes. Debido a la falta de fondos no hemos tenido suficientes aulas, maestros u otras instalaciones que son urgentes, como la biblioteca/sala de estudio, la cafetería o unas pistas de deporte cubiertas. Nuestros estudiantes tienen sed de libros y no les hemos podido dar tantos libros como nos gustaría. No tenemos cafetería en la escuela, así que todo el mundo se tiene que traer su propio almuerzo y lo come en su clase. Esto es una carga más para los maestros, ya que los alumnos tienen que estar vigilados en las horas de comida. Las pistas de deporte no están cubiertas, y esto es un problema en un país tropical donde normalmente o hace mucho calor para estar a pleno sol o está lloviendo.
Los maestros de nuestra escuela ganan poco dinero comparado con los maestros de la escuela pública, y aun así trabajan mucho más. Por este motivo también tenemos dificultades para encontrar maestros. Aquellos que están interesados en trabajar en nuestra escuela a veces no siguen adelante con sus solicitudes porque el sueldo no les sería suficiente. También hemos perdido maestros porque no les parece correcto lo que ganan en relación con la exigencia del trabajo.
Finalmente, nuestra escuela está creciendo rápidamente y necesitamos más apoyo que nunca; de los padres, amigos y otras personas que tengan confianza en nuestra misión. Somos una escuela relativamente nueva con muchos maestros jóvenes que necesitan desesperadamente tutores y guías. Ahora que tenemos 200 alumnos en la escuela nos enfrentamos a nuevos retos, retos a los que nunca nos hemos enfrentado antes. Así pues, necesitamos profesionales, como doctores, abogados, funcionarios estatales, etc., que compartan su experiencia y la responsabilidad para que podamos seguir atendiendo las necesidades de nuestros estudiantes.
¿Cuáles son sus retos personales?
Cuando decidí realizar este trabajo, estaba diciendo sí a rebajar mi nivel de vida y a cambiar mi estilo de vida. No me arrepiento, aunque en ocasiones me cuesta defender esta decisión ante otras personas – o al menos, siento que debo hacerlo. La mayor parte de mi vida, mientras crecía, viví con bastante comodidad y pude viajar casi a donde quisiera o comprar cualquier cosa que se me antojara. Tuve trabajos con salarios muy altos que no dejaban de mejorar. Después de hacerme maestra aquí, mis ahorros menguaron rápidamente, mis viajes son financiados y no disfruto de tantos lujos como antes. Mucha de la gente con la que crecí o que me conoce de hace bastante tiempo se pregunta por qué ya no tengo éxito. Curiosamente, algunos que sí entienden mi trabajo y mi decisión a veces también cuestionan las pocas ocasiones en las que decido derrochar un poco diciéndome: “Pensé que no ganabas mucho dinero, ¿cómo puedes permitirte comprar un ordenador portátil?”. Entonces acabo preguntándome si tenía el derecho de gastar mis escasos ahorros en un portátil.
Para resumir, es un reto recordar que tal vez no todo el mundo comprenda o esté de acuerdo con mi decisión, y recordar que eso está bien. Es un reto recordar que no tengo por qué privarme de disfrutar un poco y darme algún capricho de vez en cuando solo por el hecho de estar trabajando en esta escuela. Es un reto separar lo esencial de lo no esencial teniendo en cuenta mi pasado, mi situación individual y mi futuro.
En el fondo, sin embargo, me encantan los retos. Me encanta tener que luchar conmigo misma para enfrentarme a ellos y superarlos, ¡hasta ahora me ha salido bien!
¿Qué cambios le gustaría ver en su escuela?
Tengo muchas ganas de ver el momento en el que se cuide más a los maestros. Ahora mismo no es posible por falta de fondos. Sin embargo, espero que un día podamos dar alojamiento a algunos de nuestros maestros que viven lejos; también a aquellos maestros comprometidos que viven en casas de baja calidad (suelos de tierra, sin electricidad, etc.).
También tengo muchas ganas de que los padres se involucren más en los problemas y el desarrollo de la escuela. Esto ya ha empezado a ser una realidad gracias a un pequeño grupo de padres dedicados que son de gran ayuda, pero su colaboración aún no es regular.
¿En qué ha cambiado su escuela desde que empezó a enseñar?
Cuando empecé, la escuela tenía el objetivo de llegar a ser una escuela completa, pero por aquel entonces solo teníamos 50 estudiantes y la escuela solo tenía hasta la quinta clase. Era una iniciativa pequeña y una pequeña comunidad de padres y maestros. Ahora hay 200 niños. Antes solo había 4 aulas en todo el colegio. Ahora contamos con 12 aulas, una sala de maestros y una secretaría. Cuando empecé solo había 7 maestros y ahora hay más de 20. La escuela ha crecido mucho en los últimos 6 años, y con ello el sentimiento de responsabilidad. Me enamoré de la clase de los estudiantes mayores y no podíamos abandonarlos en la escuela convencional, así que hace dos años empezamos la escuela secundaria. Siguen viniendo niños. Siguen encontrando el camino que les trae aquí y eso es maravilloso, pero a veces pienso: “¿De verdad sabemos lo que estamos haciendo aquí?”, pero cuando vemos la alegría en los ojos de los alumnos y oímos cuánto les gusta la escuela, seguimos adelante, confiando en que podemos estar a la altura de cualquier reto, llevar la responsabilidad y honrar nuestra labor.
¿Cuál es la fortaleza más propia de la cultura de su país?
En verdad, los filipinos tienen que soportar muchas cosas. Hay una pobreza sobrecogedora, una corrupción evidente en el gobierno y continuos desastres naturales (y otros causados por el hombre). Sin ir más lejos, en nuestra escuela hemos sufrido un incendio peligroso en el patio, tres inundaciones, algunos tifones y terremotos escalofriantes. El último tifón (Haiyan) ha conmovido a todo el país y a todo el mundo. No es fácil y a veces da mucho miedo. Sin embargo, de algún modo seguimos adelante. No solo eso, sino que todo el mundo sigue sonriendo. Las muchas dificultades que hemos pasado a lo largo de los años nos han hecho fuertes como pueblo.
Esto puede ser una fortaleza, aunque hay una línea muy fina entre la fuerza y la debilidad. Porque cuando la gente pasa por algo horrible y lo toma como si nada, podría llevar a la indiferencia y a la falta de acción. Esto hace que muchos filipinos pierdan la esperanza y se vayan a otros países para no tener que lidiar con estos problemas. Pienso que nosotros, como pueblo, hemos pasado por esa fase de indiferencia y falta de acción, y que las cosas están empezando a cambiar. Esa dureza está empezando a servir para luchar por nuestros derechos y cambiar. Tengo mucha esperanza en nuestro país. La gente está empezando a despertar.
Otra fortaleza de los filipinos radica en la familia y en la comunidad, y en llevarnos bien como grupo. Muchos extranjeros que vienen a nuestro país aprecian lo mucho que valoramos la familia y nuestros enormes sentimientos hacia el otro. Por otra parte, esto puede convertirse en una dificultad en lo que respecta a la búsqueda de la individualidad.
¿Recuerda algunos mejores o peores momentos como maestra?
Recuerdo tantos momentos maravillosos en la enseñanza que es difícil escoger uno. Mis favoritos son aquellos en los que los alumnos me sorprenden haciendo o diciendo algo completamente inesperado. Uno de estos momentos, que ocurrió hace poco, está relacionado con el estudio de Antígona, de Sófocles, en una clase de secundaria. Muchos de nuestros alumnos vienen de situaciones económicas y familias en los que leer algo, y mucho menos Sófocles, no es corriente. Algunos padres son analfabetos o no entienden el inglés. Estaba preocupada por cómo iba a acoger la clase el difícil lenguaje de una obra clásica griega. Les pedí que leyeran un par de páginas durante el fin de semana y, cuando volvimos a clase, un buen número de estudiantes se quejaron de que no comprendían nada. Entonces decidí que nos sentáramos en círculo y les dí un papel a cada uno. Lo leímos una vez y vi cómo sus ojos se iban llenando de comprensión. Entonces les dije que las obras de teatro se escriben para ser representadas y que por eso es más fácil comprenderlas si se leen en alto en grupo. Unos días después, uno de los alumnos de la comunidad local vino corriendo y me dijo: “¡Doña Anna! ¡Me la he leído entera! ¡Guau! ¡Vaya historia! ¿Hay una segunda parte? ¡Quiero más!”
Me es muy difícil explicar lo maravilloso que fue para mí ese momento. Estos son los momentos que me recuerdan lo que estoy haciendo y por qué lo estoy haciendo. Ocurre muchas veces, pero cada una de ellas hace que mi corazón se enorgullezca.
¿Qué hace que no se rinda?
Apenas se me ha pasado por la cabeza la idea de rendirme. Sí que he pensado en tomarme algún descanso o ajustar un poco la cantidad de trabajo que requiere cada una de las tareas que tengo pendientes según mi situación personal en cada momento. Dejarlo totalmente significaría pensar que el trabajo a través de mí ya está hecho, pero apenas estoy empezando. Cuando las cosas se ponen difíciles –crecen la ojeras, las reuniones se hacen más pesadas o crece la lista de tareas pendientes– me doy un par de minutos para respirar hondo, me desahogo con mi marido o incluso lloro un poco. Después, sigo adelante. Acepté este trabajo sabiendo que no iba a ser fácil. La primera vez que cogí un libro de Steiner e intenté leerlo, sabía que me estaba montando en una montaña rusa salvaje. Pero lo entiendo perfectamente. ¿Cómo podemos evolucionar y transformarnos en un estado de comodidad y tranquilidad constante?
Lo resume una de mis citas favoritas de Steiner: “Si hay algo más poderoso que el destino, debe de ser el ser humano, que soporta el destino sin alterarse”2. No puedo decir que no me haya alterado algunas veces, pero rendirme y dejarlo todo no se encuentra entre mis planes.
Traducción: Alberto Caballero
1La Pedagogía de Apoyo es un programa de evaluación, diagnóstico e intervención desarrollado por Audrey McAllen. Para más información, ver www.extralesson.com (Ed.)
2Después del incendio [que destruyó el primer Goetheanum en la Nochevieja de 1922] Rudolf Steiner citó a un amigo que le había dicho, “si hay algo más poderoso que el destino, debe de ser el ser humano, que soporta su destino sin alterarse”.
Grosse, R. (1984) The Christmas Foundation; Beginning of a New Cosmic Age. Steiner Book Centre. Pág. 81.