El ensayo de Goethe El experimento como mediador entre el objeto y el sujeto1 y las reflexiones de Rudolf Steiner en Goethe y su visión del mundo2 me han inspirado a pensar en el Jardín de Infancia de una forma nueva. La petición de que busquemos una imagen activa de los niños me dio pie a hacerme más “activa”, pero en el papel de investigadora. La investigación, especialmente la “investigación-acción”, se ha hecho muy popular en los últimos años en la Pedagogía Waldorf.
La investigación en general, y los experimentos en particular, normalmente siguen tres fases específicas: preparación, puesta en práctica y conclusión. Desde el principio fui consciente de que mi investigación solo podía tocar ciertos aspectos, por lo que no sería completa ni podría llegar a una conclusión final. Sin embargo, he tratado de profundizar en algunas partes específicas del texto.
(Los seres humanos), con la imparcialidad de los seres como si fueran seres divinos, no deben buscar y examinar aquello que les reconforta, sino aquello que es. De este modo, el verdadero botánico no permitirá la belleza y el uso de las plantas para su entretenimiento; estudiará su formación y su relación con el resto del reino vegetal. Del mismo modo que todas se conjuran buscando a los rayos del sol que brillan sobre ellas, el botánico las observará y las estudiará con la misma contemplación sosegada, utilizando las normas para llegar a ese conocimiento, usando los datos que guiarán su juicio, no desde sí mismo, sino desde el círculo de las cosas que observa.
Si observamos un objeto tal y como es y en relación con los otros, sin una devoción o alejamiento directo, sino con una atención tranquila, pronto nos habremos formado una idea bastante clara del objeto y de sus partes y sus relaciones. Cuanto más practiquemos este tipo de atención y conectemos unas cosas con otras, más ejercitaremos el don innato de la observación. Si en nuestra acción somos capaces de relacionar la información adquirida de este modo con nosotros mismos, se nos podrá llamar con razón hombres prudentes3.
La propuesta de Goethe aún tiene vigencia hoy en día. Nos puede ayudar, en nuestra labor de profesores llenos de preguntas, a acercarnos a los niños desde una apertura interna, sin obstáculos. ¿Cuántas veces no hacemos una percepción selectiva y nos centramos solo en lo que nos gusta o en lo que no nos gusta?
Tengo que crear un espacio interior vacío de toda experiencia y conocimiento previo. Esta actividad por sí misma hace que mi actividad interior se acerque, casi de forma íntima, a los niños. Así me doy cuenta de que a través de esta práctica interior ciertas formas de juego, en las que no me había fijado antes, se hacen visibles.
Por ejemplo, observo la forma en la que los niños se mueven por la clase durante el tiempo de juego libre y me doy cuenta de que hay movimientos que tienen un propósito y movimientos que “no tienen sentido”. Esto no es nada nuevo; pero lo que es novedoso es que puedo relacionar los elementos que tienen un propósito con los que “no tienen sentido” al dedicar más tiempo a la observación; eso es algo realmente esclarecedor. De repente, veo ciertos sucesos y procesos bajo una nueva perspectiva y el verdadero ser de los niños se me revela de forma más evidente. Surge algo parecido a un tejido que aparece casi como una “estructura respiratoria”. Otro aspecto interesante es el efecto que tienen en mí las observaciones: además de los patrones de movimiento, las dinámicas físicas de los niños aparecen de forma evidente, casi como una imagen que se mueve entre el enfoque interno y externo.
Para llegar a una imagen más completa, debemos tener en cuenta otros aspectos de la investigación, como pueden ser los juguetes, las temáticas sobre las que se desarrollan los juegos o la colaboración entre los niños.
Dejo la observación reposar y resonar sin hacer comentario alguno. De este modo, cada niño deja una profunda impresión en mí. ¿Qué hago ahora con todas estas experiencias?
Por lo tanto, todo cuidado de no sacar conclusiones precipitadas del experimento es poco. Precisamente en el momento de pasar de la experiencia al juicio, o de un conocimiento a su uso, es donde suelen esperarnos todos los enemigos interiores del hombre, como en el desfiladero de una montaña: imaginación fuera de control, impaciencia, precocidad, autosatisfacción, rigidez, formas del pensamiento engañosas, opiniones preconcebidas, comodidad, temeridad, indecisión y tantas otras cosas. Todas ellas, junto con sus séquitos, nos tienden una emboscada y cogen desprevenido no solo al hombre de mundo en el hacer, sino también al observador que en su calma contemplativa parece tan lejano a todas las pasiones4.
He mencionado anteriormente cómo tenía que querer crear un espacio “vacío” interior, y aun así los enemigos rápidamente me acecharon. Aparecen con mucha facilidad en nuestro pensamiento términos preconcebidos como “sentidos inferiores debilitados”, “demasiado centrado en lo intelectivo” o “con dificultades para encarnar”. No quiero menospreciar estos conceptos; sé que provienen de observaciones legítimas y yo también los uso. Sin embargo, mi propuesta es que los maestros y educadores nos movamos en un espacio vacío o abierto, que avancemos hacia una observación y una percepción sin prejuicios y sin esperar unos resultados.
La “estructura respiratoria” que mencioné anteriormente me abre una dimensión completamente nueva para poder acercarme al ser interior de los niños y a sus formas de manifestarse. Me permite dejar de lado mis experiencias, por lo tanto, la verdadera naturaleza se revela de una forma más inmediata y de algún modo se hace más real.
Estas descripciones no suenan muy espectaculares, son casi triviales. Sin embargo, todo aquel que haya entrado en estos espacios abiertos sabe que hay muchas dificultades y que los resultados no se pueden atisbar inmediatamente. Otro aspecto crucial de la apertura a nuevos métodos es que se crean y el tiempo y el espacio necesarios para percibir al niño y aceptar su verdadero ser por el simple hecho de estar mirándole. De este modo, se puede cuidar y dar vida a la imagen que tengo del niño a través de su verdadera naturaleza interior.
Estos ejercicios de observación exentos de juicio pueden reducir todos nuestros modelos educativos personales a un número bastante manejable porque centramos nuestra atención (como en el caso del espacio vacío expuesto aquí), y esta acción puede tener un efecto liberador y relajante.
Lo cierto es que el hombre disfruta más de la idea que del objeto, o mejor aún, sólo disfruta del objeto en tanto en cuanto se lo presenta a su mente en forma de idea. De algún modo tiene que encajar con su forma de pensar y de entender las cosas. Y puede elevar su forma de pensar muy por encima del nivel general, la puede purificar tanto como quiera; en cualquier caso, como norma, no es más que un esfuerzo por conseguir que una multiplicidad de objetos entre en algún tipo de relación palpable que no es estrictamente inherente a ellos. Así, surge la tendencia que prevalece a la hora de formar hipótesis y teorías, terminologías y sistemas: que es algo que no podemos rechazar; son el resultado de nuestra constitución, de nuestra propia naturaleza5.
Las palabras de Robert Walser “La verdad permanece en lo cotidiano” me ayudan una y otra vez a no dejarme aplastar por las expectativas, que me creo a menudo.
En casi todos los casos es más efectivo empezar un viaje en lo comedido que tener unos ideales y unas expectativas excesivamente elevados. Si consigo crear un gesto por casualidad, podría caerme del cielo un momento mágico, un momento que puede ser tierno, fugaz y poético. Si el maestro es capaz de ver este momento desde el equilibrio y la objetividad, puede surgir una nueva cultura de la curiosidad. Esta cultura de la curiosidad permite acercarse con una mentalidad abierta a la tarea que tenemos entre manos y, por lo tanto, disminuye el riesgo de llegar a hipótesis y conclusiones poco meditadas. Esto también ha resultado ser muy productivo en el trabajo con los padres porque de este modo se pone en práctica una cultura de respeto mutuo.
El hecho de tomarse en serio la petición fundamental del niño (“quiero que me vean”), aceptar su inconmensurable interés por el mundo y su energía ilimitada, significa unir la idea y la percepción. Significa también conectar con el niño, empezar una nueva relación con él.
Este texto es una versión reducida del capítulo de Franziska Spalinger “Wesen und Erscheinung” incluido en el libro “Wirklichkeit un Idee”; editado por Hartwig Schiller. Verlag FreiesGeistesleben. Stuttgart. 2008.
Otra versión similar del artículo ha aparecido publicada en <link http: www.erziehungskunst.de western>www.erziehungskunst.de
Agradecemos a la autora y a los editores el permiso para la publicación de este artículo.
Traducción: Alberto Caballero
1Obra no disponible en español. Ver la publicación en inglés Readings in Goethean Science, compilada por Linda S. Jolly y Herbert H. Koepf y editada en Bio-Dynamic Farming and Gardening Association, 1978.
2G.A. 6, Capítulo 4.
3Ver nota al pie número 1.
4Ver nota al pie número 1.
5Ver nota al pie número 1.